en mis ataques de hipo me doy cuenta
cómo olvidamos, (en este derrapar
automovilístico sobre crestas
de hule) mirar a los demás como si
…
tuvieran infinidad de premolares,
ocho pares de medias, medio litro
de vino en las orejas y un que otro
…
estornudo.
Cuando ya ni morir vale la pena
cuando olvidamos hasta el gesto de llorar
Quién recordará mis gritos en el fuego
quién no ha perdido al meno una vez
un ladrillo frío de moho, en el viejo cementerio.
A Fernando Peña.
domingo, 10 de enero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
te has pasado! que inspirador te resultó el hipo...
ResponderEliminarMorir no vale la pena.
ResponderEliminar